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![]() ![]() Cuando alguien o una organización se niegan a participar en un programa de la 鶹ҳ -en el cual su intervención es clave para la cobertura periodística- el público puede preguntarse por qué no contamos con esa opinión. ¿Se olvidaron de incluirlos? ¿Los están censurando? ¿Los están ignorando? ¿Sólo quieren darle relevancia a los otros puntos de vista? ¿O será, sencillamente, que no quisieron hablar? Siempre hay que explicar la ausencia de protagonistas o voces importantes en una controversia, pero de forma que la explicación sea justa y respetuosa con la persona u organización que prefieren no participar. Cuando se niegan – Joseph Winter, ex corresponsal de la 鶹ҳ en Zimbabue, África. Resulta extremadamente difícil ser justo e imparcial en un conflicto cuando uno de los bando constantemente insulta –a uno y la organización a la que representamos-, calificándonos de racistas y títeres del imperialismo. En ese marco, cubrir la situación política de Zimbabue se hizo aún más difícil cuando los ministros del gabinete de gobierno se negaban a hablar con la 鶹ҳ durante la campaña por la redistribución de la tierra arable, que está concentrada en manos de los agricultores blancos. Amenazas y temor Algunos militantes más radicales del partido de gobierno zimbabuense, Zanu-PF, complicaron más las cosas durante la ocupación de las granjas de los blancos, amenazando con violencia a todo periodista que no fuera de los medios estatales. Dos periodistas del país fueron secuestrados y torturados por los militares después de publicar un artículo sobre un supuesto golpe de estado. Otros cuatro fueron golpeados por los soldados cuando cubrían una manifestación contra el gobierno. No obstante, si permitimos que esto ofusque nuestro trabajo periodístico, nos dejaremos caer en una trampa muy obvia y muy humana: tomar posición. El punto de vista oficial Nadie puede ser completamente objetivo, pero la 鶹ҳ espera que sus periodistas se esfuercen por lograr la imparcialidad al informar también sobre el punto de vista del gobierno. Si los ministros se niegan a declarar, hay que recurrir a funcionarios anónimos o a la prensa oficial, que funciona como portavoz oficial. Otras veces, sin embargo, tan sólo nos queda decir que el gobierno se negó a comentar. De todas formas, el informar sobre la posición oficial nunca evitó que cubriéramos los hechos. Si los acontecimientos que presenciábamos contradecían lo expuesto por el gobierno –como ocurría con frecuencia-, tenía mucha más fuerza periodísticamente yuxtaponer la información, en vez de ignorar la versión oficial. Cuando el ministro de Información afirmaba que más de 70.000 personas habían acudido a una manifestación de apoyo al presidente Robert Mugabe en un estadio, también informábamos que la capacidad oficial de la instalación era de 12.000 espectadores. Confianza La 鶹ҳ, a través de todos sus medios de difusión, ha establecido una reputación mundial basada –entre otras cosas- en la transparencia y la imparcialidad. Muchos habitantes de países como Zimbabue, donde los medios oficiales sólo muestran el punto de vista del gobierno e ignoran el de la oposición, sienten que pueden creernos. Si ignoráramos los valores editoriales básicos que rigen nuestro periodismo, sencillamente perderíamos el respeto y la confianza que hemos ganado a lo largo de los años. Sin duda, el presidente Robert Mugabe tiene fuertes justificaciones morales para promover la redistribución de la tierra en una antigua colonia británica, aunque algunos de los métodos a los que ha recurrido sean cuestionables. Por eso, como periodistas de la 鶹ҳ, tenemos la obligación editorial de hacer lo posible por reflejar todos los puntos de vista del debate y de someter a todas partes al mismo examen riguroso. Esto dificulta la explicación de los hechos, pero impide que nuestra cobertura se incline hacia uno de los lados. |
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