De todo, como en botica. Los lectores del son reformistas, y algunos de ellos sugieren tantas innovaciones, tan profundas, que el juego del fútbol se transformaría radicalmente.
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Entre las propuestas más polémicas, y frecuentes, está la eliminación lisa y llana de la regla del fuera de juego. Este cambio tendría en realidad un efecto letal en el fútbol tal como lo conocemos.
A primera vista, como nos dice Francisco Segovia, de Monterrey, el fuera de juego “limita la creatividad ofensiva y el espectáculo”. Otro lector, Ricardo Cossio, nos dice desde La Paz que su eliminación “abriría el juego en ambos lados de la cancha”.
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![lalo416.jpg](/staticarchive/abecd7e3c1f1af94bcb9f66ea4c859f33cb27d4c.jpg)
Un portavoz de la , el ente rector del fútbol europeo, ha dicho a la 鶹ҳ que la organización está considerando la posibilidad de incorporar una norma del rugby, por la cual únicamente los capitanes de cada equipo pueden hablar con los árbitros durante los partidos.
Esto significaría mayor disciplina, la revalorización de la importancia de los capitanes y la desaparición de una de las escenas más grotescas del fútbol, en las que grupos de jugadores se precipitan sobre los árbitros, como matones de bar.
¿Y usted qué opina? ¿Tiene una propuesta propia? ¿O cree que no hace falta ninguna reforma?
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Sin desanimarme por mi fracaso de Halloween ya relatado en un
blog anterior, este jueves 23 de noviembre me dispuse a disfrutar de una nueva fiesta propia de Estados Unidos y completamente desconocida para mí, el Día de Acción de Gracias o Thanksgiving.
A diferencia de la Noche de Brujas, esta celebración está centrada en toda la familia, no requiere la compra de disfraces, dulces o regalos, y -por su origen- tiene un sentido solidario que la anterior carece.
Para tratar de comprender el significado de este día, decidí entonces pasar la jornada en un almuerzo realizado por el Ejército de Salvación, donde decenas de voluntarios cocinaron unos 90 pavos para gente de escasos recursos y sin hogar.
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Los lectores que acompañan al Blog de Lalo coinciden en destacar la gravedad de la crisis que aflige al fútbol argentino, pero algunos señalan que el fenómeno se está extendiendo. Marko nos dice desde México que "el problema afecta a toda América Latina; tiene que ver con la descomposición social que afecta a nuestra región", y con "impunidad, corrupción y trampa".
El ecuatoriano José María León apunta por su parte que "en Ecuador este fenómeno está empezando a darse en los últimos 10 años" e introduce la comparación con el caso de los hooligans en Inglaterra: "Ya es hora de que haya gente que tenga prohibido entrar a un estadio por el resto de su vida" y estén obligados "a ver los partidos en la comisaría".
La referencia al caso de Inglaterra es comentada también por el francés Jean Paul Arnaud ("si la violencia es endémica no será fácil de arreglar, pero en Inglaterra también fue endémica y se arregló") y el inglés Andrew Coleman ("aquí fue muy grave pero hemos salido, por el repudio de la gente").
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En las últimas semanas, la mayor parte de las crónicas periodísticas que he escrito han sido sobre elecciones en nuestro continente.
Ahora en la redacción salimos de los comicios en Estados Unidos, informamos sobre lo ocurrido en Nicaragua, vamos hacia la segunda vuelta en Ecuador y cerramos el año con las presidenciales en Venezuela. Atrás quedaron las dos elecciones de Brasil y México, cuya contienda se niega a cerrarse.
Entre tanta rivalidad política, tanta publicidad negativa, cruces de opinión entre los candidatos, sociedades movilizadas por el voto, opiniones, declaraciones, promesas de campaña y encuentros y desencuentros electorales, encontré una frase de un escritor argentino que me supo a oasis.
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Acostumbrado a las elecciones latinoamericanas, donde la campaña electoral lo sale a buscar a uno y no le da tregua, con afiches en las paredes, carteles gigantes en las calles, graffittis en las fachadas de las casas y manifestaciones, debo admitir mi total asombro en Miami.
La ciudad presenta apenas algunas fotos de los candidatos, sus nombres en pequeños carteles que se acomodan en alambres o se clavan en jardines, discretos, como sin querer molestar. Si uno no lee los diarios o mira la televisión, difícilmente pueda saber que los dos principales partidos de Estados Unidos se juegan el control del Congreso este martes.
Es en los medios de comunicación donde está el debate, los escándalos y la publicidad electoral; marcada esta última por una avalancha de "avisos negativos" que llaman a no votar por el otro candidato, más que a votar por uno.
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Desde que comenzó octubre, la ciudad a mi alrededor ha registrado cambios siniestros. Lápidas han surgido en los jardines, espantapájaros en las puertas; gatos negros, ratas y arañas se adueñaron de los pórticos.
Incluso días atrás entré a mi banco a retirar dinero y una lámina con un cementerio dibujado adornaba los escritorios de los cajeros, mientras telarañas descansaban sobre las boletas de depósito.
Así me encontró mi primer Halloween en Estados Unidos, sin disfraz, esqueleto ni calabaza, pero con ganas de ser parte de una fiesta que siempre me resultó ajena. No sabía que mi "noche de brujas" estaba destinada al fracaso.
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